- Quiero saber dónde debo ir. No quiero estar sin poder crecer. Aprendiendo las lecciones para ser. -

14 agosto, 2012

Se quema la tarde mientras yo te miro sin que te des cuenta. 
Y exhala tu pena un perfume muy dulce y se congela el sueño.
Se apagan los cuerpos, miras la ventana con aire ausente 
como quien mira alumbrada por la luz del ocaso a un niño que duerme. 

Tus ojos se tiñen con el viejo color de la infancia, 
nostalgia del tiempo en que todo tenía respuesta, 
en que era más largo el verano y más pequeño tu mundo. 
Y unos pasos seguían siempre de cerca a los tuyos. 

Y yo te diría, no sé, 
que las cosas van a marchar bien, 
te mostraría el futuro, la borra del café, 
con ángeles y estrellas, 
noches, milongas 
e historias, ¿recuerdas?, que hablan 
de viejos amantes que crecen, 
que dudan y esperan 
su turno mientras anochece 
y el mundo se enferma. 

A veces vigilo con calma tu rostro mientras miras fuera. 
Escribes, navegas, revisas las fotos del último viaje. 
Y cubre de nieblas tu piel, sin aviso, la memoria herida. 
Fumas un cigarro, suspiras y esparces todas las cenizas. 

Te callas y el miedo, feroz, cose tus pestañas. 
Delicadas alas de una dulce mariposa, 
veloz, fuerte y luminosa. Sin tregua persigo su vuelo 
y cubre nuestra casa el polvo del recuerdo, 

Y, como la tierra generosa abraza la raíz 
de un frutal encendido, yo te abrazo a ti. 
Y abrazo tu ropa, no sé, tus maletas 
tu rostro, tus dudas, tus pies, su huella, 
tus manos y hasta tus zapatos, 
tu pena, mi castigo, 
la curva de tu espalda, 
el hueco en el que anido.

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