- Quiero saber dónde debo ir. No quiero estar sin poder crecer. Aprendiendo las lecciones para ser. -

17 octubre, 2011

LOS AMANTES DESCONOCIDOS

La sociedad de Amantes Desconocidos de Flores fue tal vez la entidad mas
secreta del barrio. Su misma naturaleza hacia imprescindible la discreción. Hace
algunos años, cada vez que alguien recibía una carta de amor sin firma los
hombres sabios no vacilaban en atribuirla a la Sociedad. Era esto un error:
siempre han existido enamorados ocultos, sin que haga falta inventarlos.

Por otra parte, cabe razonar que la obra de los Amantes Desconocidos solo
pudo tener buen efecto en la medida en que no les fuera atribuida. Se calcula que
en los años de su actuación, la Sociedad fraguo mas de dos mil historias de amor.
El procedimiento habitual era sencillo. Sin mayores ceremonias se elegía a una
persona cualquiera. La mayoría de las veces se trataba de solitarios,
melancólicos, desengañados, aburridos o simplemente amigos a quienes la
entidad deseaba favorecer. El paso inmediato consistía en crear un amante
ficticio para la persona elegida. Un equipo de ingeniosos creativos se encargaban
del asunto. A los ingenieros les inventaban adolescentes picaras. A las modistas
de la calle Morón les dibujaban nobles arruinados. A los Hombres Sensibles les
hacían amantes románticas y trágicas, pero también muy pechugonas, que eran
una verdadera delicia. Una vez establecidas las características generales del
amante ficticio, se enviaba la primera comunicación. Así, muchos hombres y
mujeres de Flores recibieron sorpresivas declaraciones anónimas que los llenaron
de estupor.

Se transcribe a continuación la carta que llevara el numero de orden 1114.

"Querido ingeniero Atilio D. Gallardo: Le escribo desde las tinieblas de mi
soledad. Le ruego que me disculpe si usurpo su preciosa intimidad. Pero existe, mi
querido ingeniero, un sentimiento dentro de mi que ya no puedo dominar. Es
preciso que usted sepa que lo amo, ingeniero. Usted no me conoce... O para
decirlo mejor: usted jamas ha reparado en mi. ¿Quién soy...? No creo que valga la
pena que usted lo sepa. Digamos que me llamo Luisa, aunque ese no es mi
verdadero nombre. Algunos dicen que soy joven y hermosa, pero tal vez
exageran. Ah... si supiera, ingeniero, cuantas veces he llorado por usted. Si
supiera cuantas noches he despertado llorando y pronunciando su nombre: Atilio.
En mi cuarto tengo un pequeño retrato suyo que he recortado de la revista "Temas
de la construcción." Usted tal vez se ría de los delirios de una pobre muchacha
enamorada. Pero ya no puedo luchar mas contra mi corazón, ingeniero. Quiero
proponerle algo. Escríbame. Cuénteme algo de su vida. Desde luego, todavía no
pienso revelar mi verdadera identidad, de modo que deberá usted dirigirse a Luisa,
Casilla de Correo 32. Un beso apasionado de su Luisa”.

Después comenzaba la verdadera historia. El ingeniero respondía, Luisa
escribía otra vez, el ingeniero reclamaba un encuentro, Luisa se negaba... Y entre
carta y carta se iban conociendo e interesando cada vez más. Por supuesto, el
encuentro no debía producirse jamas.
Y esta es en verdad una regla de oro de los amantes desconocidos, reales o ficticios.
Toda relación deberá girar alrededor de un encuentro futuro.
Pero es fundamental el no encontrarse nunca.
Las razones se
ven venir: todo amante desconocido es perfecto. Tiene la cara que uno desea. Es,
a nuestro capricho, morocho, rubio o ambas cosas a un tiempo.
El amante desconocido no tiene defectos, no tartamudea, no fastidia con
cosas cotidianas. Pero hay una virtud fundamental: por no ser nadie es también
todas las personas del mundo. Si se comete el desatino de darle una identidad
cierta , el amante desconocido se achica, aunque sea un ángel. Si es alto, ya no
podrá ser petiso. Si es atlético, ya no podrá ser enclenque. Si es Juan, ya no
podrá ser Pedro. Si es Luisa, ya no podrá ser Esther. Por estos mismos motivos,
la Sociedad de Amantes Desconocidos jamas enviaba fotografías aunque si las
reclamaba de sus beneficiarios.
La actividad de estos filántropos tenia por objeto combatir la soledad y la
desdicha. Y cabe señalar que su acción despertaba en los vecinos del barrio un
sano espíritu de emulación. Al conocer la existencia de enamorados secretos,
muchas personas descubrían dentro de si esa misma condición. Y así, junto a los
amantes de ilusión creados por la Sociedad, cundieron los amantes secretos
verdaderos.

En sus buenos tiempos, Manuel Mandeb se carteaba con cuatro amores
misteriosos. El pensador sospechaba que por lo menos dos eran obra de la
Sociedad, mas que nada, por el papel barato de las cartas. Pero sus
investigaciones lo llevaron a comprobar la existencia cierta de las otras dos. Una
de ellas resulto ser una compañera de un curso de guitarra que Mandeb seguía
penosamente. Cuando el hombre se presento ante ella con las cartas en la mano,
la chica rompió a llorar y huyo para siempre. La ultima de las amantes secretas
era - según se supo mucho después - Beatriz Velarde, la piba mas hermosa de
Flores, de quien - a su vez - Mandeb era enamorado secreto en otra colección de
cartas. Pero estaba escrito que Manuel y Beatriz no se amaran nunca. El ingreso
a Amantes Desconocidos de un grupo de redactores humorísticos y malévolos
provoco una serie de catástrofes que marcaron al decadencia de la Sociedad.

Estos profesionales, que perseguían únicamente la diversión personal,
empezaron a enviar cartas a damas casadas y a urdir toda clase de intrigas
chuscas. De este modo consiguieron que la Sra. Aurora B de Gracia Vassari se
presentara a las cuatro de la mañana con una vela en la mano en el fondo del
pasaje Trieste. Asimismo fueron los culpables de infinidad de divorcios, riñas,
peloteras y toletoles entre los matrimonios mas acrisolados de Flores.
Pero hay que mencionar un fenómeno curioso que les ocurría a casi todos
los miembros de la Sociedad. Conforme avanzaba la correspondencia con los
beneficiarios, muchos guionistas se enamoraban de verdad. La conocida
redactora publicitaria Luz Vasallo se volvió loca de amor por el poeta Jorge Allen,
cuyo caso atenido durante meses. Para evitar estas situaciones, las autoridades
de la entidad resolvieron una rotación de guionistas. Pero el resultado fue
desastroso. Las cartas perdían coherencia y verosimilitud, pues los redactores no
alcanzaban a compenetrarse debidamente en su función. Sobre el final de sus
actividades Amantes Secretos recurrió al teléfono. No fue una experiencia feliz.
El lenguaje telefónico es menos tolerante con la creación artística y - por lo demás -
muchos guionistas soltaban la carcajada en medio de las charlas, provocando
cierta perplejidad en el cliente.

El juego de los Amantes Desconocidos era sin duda apasionante. Pero
aunque admitía procesos mas o menos prolongados, al cabo terminaban por
extinguirse.
Nadie puede resistir mucho tiempo la tentación de conocer. Todos, tarde o
temprano, exigen al consumación del amor epistolar. Y así terminaban todas las
historias. La mayoría de las veces con el silencio y el olvido. En alguna ocasión,
con encuentros mas bien desteñidos.
Ives Castagnino, el músico de Palermo, se encontró una vez con una dama
desconocida que le había enviado cartas durante años. Cuando la vio en la
esquina, se acerco y le dijo: - Buenas noches. Soy el desengaño.

Hoy ya nadie habla de los Amantes Desconocidos de Flores. Pero esta
entidad sin fines de lucro bien puede dejar en nuestro espíritu la sombra de una
idea. ¿Por qué no convertirse uno en Amante Desconocido? ¿Por qué no ayudar
con ilusiones a tantas almas solitarias que andan por la cuadra?
La vida esta poniéndose muy aburrida. Seria maravilloso recibir una
mañana de estas una nota perfumada y llena de besos que viene de no se donde.
Dejo la inquietud a tantos guionistas, redactores, poetas y literatos que malgastan su tiempo jugando al billar.

Alejandro Dolina
Crónicas del Ángel Gris

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