- Quiero saber dónde debo ir. No quiero estar sin poder crecer. Aprendiendo las lecciones para ser. -

25 octubre, 2011

La ciencia en Flores - Dolina



Los Refutadores de Leyendas han  sostenido siempre que toda la
Naturaleza puede expresarse en términos matemáticos. Lo poco que queda fuera
no existe.
Así, esta comparecía racionalista se ha esforzado, utilizando cifras,
vectores y logaritmos, en representar cosas tales como el tango El Entrerriano o
los celos de las novias de la calle Artigas.
Cuando fracasaban, simplemente declaraban superstición lo que no
conseguían encuadrar en sus estructuras científicas.
Existía un minucioso catalogo de cosas inexistentes que se actualizaba
cada año. Allí figuraban los sueños, las esperanzas, el hombre de la bolsa, el
alma, el ornitorrinco, el catorce de espadas, el Angel Gris de Flores, el gol de
Ernesto Grillo a los ingleses, la generala servida y la angustia.
Otra publicación venerada fue el desmesurado libro Un Amor así de
Grande, resultado del afán de  medirlo todo. En ese trabajo no solo se otorgan
valores numéricos a los colores, aromas y formas, sino también a las sensaciones
espirituales mas sutiles.
A lo largo de cien capítulos se establece la cantidad de adrenalina que
produce un individuo antes de ser vacunado, el volumen que alcanzan las
lagrimas de una madre a lo largo de su vida, la cantidad de cera que lleva en sus
iodos el conjunto de habitantes de la ciudad de Buenos Aires (suficiente al parecer
para lustrar todos los pisos del edificio de Obras Sanitarias), y la energía que se
consume en un suspiro.
Algunos datos producen indignación en las almas sencillas: para esta gente
la novela Madame Bovary consiste en una cierta mezcla de medio kilo de papel y
un cuarto de litro de tinta. Los elementos químicos que componen al hombre son
descriptos puntualmente con su precio en las farmacias de la zona. De este modo
se llega a la conclusión que mas barato resulta un señor robusto que un velador.
No hace falta indicar el gran éxito  obtenido por esta curiosa forma de
evaluar el universo. Constantemente podemos oír en la radio las declaraciones de
brillantes deportistas que manifiestan hallarse en un setenta y cinco por ciento,
vaya a saber de que'. Los chicos preparan tablas de posiciones en las que dan a
entender que quieren primero a su madre, después a su padre en tercer lugar a la
abuela, y en el cuarto - lejos - al tío Julian. Los boletines de calificaciones no son
otra cosa que la versión escolar del pensamiento de los Refutadores.
Aunque la descripción de la conducta de un alumno que no ha estudiado su
lección, se reduce a un redondo cero. Por el contrario, un estudiante talentoso y perseverante será premiado no con un cariño ni con una frase estimulante, sino
con un diez.
No se sabe si los Refutadores de Leyendas escribían cartas de amor, pero
no seria extraño que sus mas tiernas declaraciones consistieran en gráficos
representativos del progreso de sus sentimientos.
Todo este arrebato cientificista no pudo menos que causar la repugnancia
de los Hombres Sensibles de Flores, que confiaban mas en las corazonadas que
en la razón.
Como siempre ocurre, los excesos racionales generan desaforadas
rebeliones románticas. Pero en el barrio  de Flores esa rebelión no se manifestó
únicamente a través del arte, sino que tuvo lugar - además - en el propio terreno
científico.
La Sociedad de Científicos Sentimentales nació gracias al impulso del
profesor Aurelio C. Frascarelli, quien harto de la deshumanización de las
disciplinas científicas resolvió ponerle un poco de sangre al frío mundo de las
raíces cuadradas y las cotangentes.
Este pensador delirante fundo la sociedad antedicha y edito un Manual de
Ingreso que nunca se supo si era un libro de texto o una colección de intentos
poéticos.
Las primeras innovaciones del manual son módicas. Se reducen a la
redacción mas emotiva de los problemas de regla de tres compuesta.
Transcribimos uno de ellos:
Problema 14: Doce hombres tristes tropiezan en un año con ciento seis
desengaños. No se conocen entre si, pero sufren de un modo parecido. Pregunto
entonces : ¿Cuántos desengaños padecerán ocho hombres tristes en seis meses?
Como se ve, lo novedoso consiste únicamente en reemplazar hortalizas por
desengaños, y en ciertas declaraciones  innecesarias como el mutuo
desconocimiento y la tristeza de estos hombres. Pero conforme se avanza en la
lectura del Manual se encuentran cosas mas audaces. El Problema 187 es
prácticamente una novela corta. La descripción psicológica del protagonista - un
comerciante poco escrupuloso - esta bastante bien lograda.
Hay personajes laterales (un cuñado que busca un tesoro oculto) y una
divertida pintura costumbrista de un  almacén de barrio. La pregunta final  ("¿a
cuanto deberá vender el kilo de arroz?") resulta insignificante al lado de otros
interrogantes que no están escritos, pero si sabiamente sugeridos por el profesor
Frascarelli: ¿Tiene sentido la vida? ¿Hay algún propósito en el universo?
Cumplimos sin saberlo con algún plan divino o diabólico?
A partir de la mitad del libro, el autor empieza a tomar partido
arbitrariamente en arduas cuestiones matemáticas. Paralelamente se incorporan
juicios éticos y estéticos en la explicación de teoremas y postulados. Se habla
entonces de paralelepípedos  atorrantes, de esferas traidoras, de ángulos
aburridos y llega a decirse que el trapezoide es una figura que no merece ser
tomada en serio.  Las cuestiones biológicas son en  el Manual de Ingreso verdaderas
fantasías. La vida del paramecio es un cuento de terror y Frascarelli llega a afirmar
que las amebas son muy guardianas y fieles a sus amos.
La actividad de los Científicos Sentimentales no se reducía a la difusión del
Manual. En los años de oro del barrio de Flores, muchos maestros románticos
dieron clase en una academia privada de la calle Condarco.
Los alumnos padecían la misma locura que los profesores. Cada vez que
se realizaba algún experimento en el gabinete de química, los jóvenes salían
corriendo aterrorizados, mientras gritaban  "cosa de Mandinga" o  "el Diablo anda
suelto".
El propio Frascarelli dirigía un grupo de investigación cuyos métodos
provocaban el escándalo de los Refutadores. Creían, por ejemplo, en la búsqueda
de la casualidad. Este criterio podría escribirse así: sabiendo que muchos grandes
descubrimientos se realizaron casualmente, parece una buena idea disimular el
verdadero propósito de la investigación. Así, cuando se quiere encontrar una
estrella, se busca un microbio. Los resultados no fueron muy espectaculares, si
bien Frascarelli se jactaba de haber hallado un especifico que combatía el mal
aliento, mientras buscaba la piedra filosofal.
En ocasiones, los científicos soñadores acudían a la búsqueda empírica y
tomaban frascos de untura blanca , para ver que ocurría. Estas experiencias se
anotaban en un cuaderno que ha sobrevivido a la Sociedad y en el que se refieren
mas de mil quinientas locuras , que van desde comer pólvora hasta arrojarse al
vacío desde diferentes alturas para establecer los daños físicos y morales que,
mas allá de los cuatro metros , solían traducirse en la muerte lisa y llana.
Hay que decir que aunque sus logros fueron pequeños, los propósitos de la
Sociedad no tenían limites. Durante años trataron de hacer algún milagro.
Buscaron la esmeralda que cura todas las enfermedades, el elixir de la eterna
juventud, el polvo de Perlimpimpim, el  jarabe del amor eterno y la llave de la
sabiduría. Discutieron sobre la cuadratura del circulo y la inmortalidad del cangrejo
y trataron de volver al pasado y visitar el futuro.
Todos saben que en el barrio del Angel Gris se destilaba el vino del olvido y
el licor del recuerdo. También se conocen perfectamente sus efectos y
propiedades. Al parecer, lo que mataba era la mezcla.
Algunos mentirosos pretenden que estas maravillas fueron creadas por los
Científicos Sentimentales. Nada mas falso. El vino fue obra de los Amigos del
Olvido, un club que proponía la abolición del pasado. Y el licor es - sin duda
alguna - un hallazgo de Manuel Mandeb, el polígrafo de Flores.
Tal como es fácil sospechar, los científicos románticos fueron derrotados por la
predica incesante de los Refutadores de Leyendas.
Hoy todo el mundo rinde culto a la Ciencia Pura. Y se da una ilustre
paradoja: los Refutadores no han hecho mas que reemplazar a las viejas leyendas
por otras mas nuevas, mucho peores.  Los arquitectos razonables podrán dudar  de la existencia del alma, pero
suscribirán cualquier teoría sobre el átomo , los neutrones y los protones, con la
mayor alegría.
No importa si entienden estas teorías. En realidad - como dice Sábato - el
pensamiento científico parece tener mayor poder cuanto menos se lo comprende.
Por eso se suele decir:
- Que bien que habla este hombre...! No alcanzo a entender ni una sola de sus
palabras.
Cuando un racionalista se pone supersticioso, no hay quien lo gane. Todo
parece indicar que el futuro pertenece a los Refutadores de Leyendas. Tal vez por
eso los miembros de esta entidad - la única que queda de las que existieron en los
años dorados - se muestran tan optimistas con respecto a lo que vendrá.
Todos los adoradores del progreso nos pintan un porvenir lleno de veredas
móviles que nos evitaran el esfuerzo de caminar, con maquinas invictas, con ríos
domados, y vehículos cada vez mas veloces.
A las almas sencillas, la descripción de estos espantosos mecanismos les
parece algo diabólico.
Porque en este proyecto de aparatos  infalibles y formidables fuentes de
energía no parece existir la menor preocupación por responder a alguna de las
preguntas que el profesor Frascarelli supo insertar en su memorable problema
187.
La Sociedad Científicos Sentimentales era una locura. Pero tal vez hace falta un
poco de locura entre tanta exactitud y precisión.
Serán buenos los cálculos y los teoremas inexpugnables, si es que se
aplican a rombos, ángulos y cubos. Pero empiezan a fallar cuando se trata de
personas.
Y a lo mejor esto constituye la  mas grande virtud del hombre, su toque
divino. El ultimo de los atorrantes de Flores es mas interesante que una estrella,
solamente porque su comportamiento no es previsible.
Nada de esto significa que debamos renunciar a la ciencia y su arsenal.
Que se sigan inventando licuadoras y tónicos contra el catarro. Dos mas
dos son cuatro. Los Refutadores de  Leyendas tienen razón. Pero nada mas que
eso: razón.
A mi no me alcanza.

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