La vida era un simulacro de lo real
hasta que el viento trajo tu voz a mi habitación.
Inesperada como tormenta en tiempo estival,
como el olor a tierra mojada, llegó tu voz.
Entró un susurro por la ventana
que estaba abierta de par en par.
Eran días calurosos,
tú gemías, yo tan solo.
Tu suspiro traspasaba la pared.
Quedé inmóvil, hechizado,
creí haberme enamorado.
No te vi yo, sólo te escuché.
Tu susurro atronador inundó mi casa,
y me olvidé de todo,
yo sólo te escuchaba.
Me diste la vuelta a la cabeza como a un calcetín.
Petrificado, te imaginé. Tu voz febril
recorrió todos los muebles de la cocina,
hizo temblar la ropa tendida,
y sobre mi frente se fue a posar.
Aquel rumor sonaba a viejo abracadabra
y removió las pelusas bajo la cama.
Abrió mis libros, los cajones, mi corazón.
Mientras ella amaba todo se paró.
Y en la calle volaron todas las palomas,
se desvanecieron las sombras,
se detuvo toda la ciudad.
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