La desesperación, la angustia, la
desolación, invaden los rostros de estas mujeres madres, que ven a sus
hijos fusilados por la espalda en las grandes ciudades del tercer
mundo; de niños, con sus ojos, sus hígados, sus corazones arrancados
...para ser vendidos al mejor postor; sus hijos, sus niños, víctimas de
violaciones, de la tortura policial, de las dictaduras militares o
civiles y de la guerra. Millones de niños que mueren de hambre o de
enfermedad fácilmente curables, sin escuelas, sin hogar, deambulando
por las calles o la tierra seca: niños viejos sin un día de alegría,
con sus grandes ojos húmedos, brillantes de tristeza. Víctimas que ni
siquiera entienden su dolor... solamente el miedo.
Oswaldo Guayasamín.
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