Cuestionando la perspectiva tradicional del retrato pictórico, el artista español Sergio Albiac presenta el "retrato videorativo", con el que intenta tejer la red subjetiva de significados que nos constituyen como personas.
En pintura, la tradición del retrato es sin duda una de las más antiguas, practicadas desde hace siglos y hasta la actualidad por todo tipo de pintores, desde los tradicionales o especializados en esta especie de género pictórico, hasta otros de los que quizá no esperaríamos trabajos de dicha índole, por ejemplo, los grandes muralistas.
Sin embargo, algo tiene el retrato que, como también se ha dicho de la fotografía, tiene en su razón de ser un principio de falsa autenticidad, de engaño, porque fija a una persona en un instante inexistente, dilatado menos el tiempo real que en ese tiempo ficticio que ocurre solo en la mente del pintor mientras realiza su tarea.
Cuestionando esta perspectiva canónica del retrato, el artista español Sergio Albiac operó una interesante subversión de dichos principios pero intentando, no sin inteligencia, mantenerse dentro de sus fronteras.
Albiac desarrolló una técnica de pintura dinámica a la que denominó “retrato videorativo” y la cual consiste en la edición y posterior superposición de varios videos personales del cineasta Randall Okita, dispuestos de tal manera que forman un collage móvil vertebrado por el rostro de Okita.
Las grabaciones consisten en escenas de la vida cotidiana e íntima de Okita, así como algunos fragmentos de las películas que este ha realizado, con lo cual se integra, dice Albiac, “un nuevo tipo de retrato, uno que va más allá de las apariencias físicas y que es mucho más realista en tanto presenta los bloques constituyentes del mundo íntimo: tus memorias, tus relaciones y tus emociones”.
Por otro lado, el propio Okita agregó a cada una delas imágenes una etiqueta que cifrara o diera una idea de lo que significaban para él los videos proyectados: soledad, amor, etc., con las que además es posible interactuar, ofreciendo la posibilidad de generar dos contenidos distintos: un retrato-video subtitulado con narrativas personales y, en segundo lugar, una videoinstalación en la que el espectador puede explorar los recuerdos, significados y emociones de Okita, enhebrando los hilos de su subjetividad, trenzándolos, estableciendo esa red de circunstancias que, creemos, explican por qué una persona es como es y no es de otro modo.
“Es una suerte de ‘retrato de Dorian Gray’, pero uno que refleja tus recuerdos en vez de tus pecados”, asegura el artista.
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