Alicia Jurado: Usted, Borges, siempre se ha enamorado de mujeres un poco tontas.
Borges: Es que la inteligencia es siempre comprensible, pero en la estupidez hay un misterio que resulta atrayente.
Borges me contó que en cierta ocasión, en un banco, una empleada le dijo: «Aunque conozco su saldo, lo verificaré porque no me gusta decirle una cosa por otra». Y me comentó: «Esa señorita acababa de dar muerte a la metáfora».
"Dos vendedores de baratijas, Mosche y Daniel, se encontraron en las estepas de Rusia.
«¿A dónde vas Daniel?», dijo uno al otro. «A Sebastopol», dijo el otro. Entonces, Mosche lo miró fijo y dictaminó: «Mientas Daniel. Me respondes que vas a Sebastopol para que yo piense que vas a Nijni-Negrónod, pero lo cierto es que vas realmente a Sebastopol. ¡Mientes, Daniel!»
.(Jorge Luis Borges, diario La Prensa de Buenos Aires, 1928)
En un café de Buenos Aires, Estela Canto, ex pareja de Borges, poseedora del manuscrito de El Aleph (cuento que, además, le está dedicado), le confiesa al escritor que piensa vender ese original. Borges no se opone. “Pero voy a esperar a que te mueras –agrega ella- para que valga más”. Herido, Borges responde con una frase ambigua: “Si yo fuera un caballero, en este momento iría al baño y se escucharía un tiro”.
Borges, que sentía tan profundamente sus desdichas amorosas, mostraba menos sensibilidad cuando los pesares eran de otro. En ese caso, se imponía su costado racionalista. El sobrino de Borges, Luis, después de una dolorosa ruptura con una chica decía: «Quiero verla por una última vez. ¡Sólo una última vez!». Y Borges, creyendo que estaba aportándole un consuelo, le explicaba: «Ya la viste una última vez».
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